Al cine hay que otorgarle en estos
tiempos la posibilidad de dejarnos perplejos, de no ser comprendido, alejarlo
del debate que anula la frescura y el inmenso placer de ver con todos los
sentidos. Cine de la mirada que se mira que parece proceder de una relación
consigo mismo, al igual que la escritura. Cine inacabado e incompleto para que
el espectador habite las fisuras con sus propios huesos .
Marco Bellocchio,
un director que como un Stalker acecha a los hombres y los guía hacia su deseo
más hondo y desconocido, nos abre a medias las puertas del misterio para que solo vislumbremos su lejanía
No hay otro director que ponga en escena la pasión como Bellocchio, una de las pocas voces anárquicas y transgresoras que hoy rescatan el fuego del espiritu
El erotismo salva, es la fe encubierta en
la materia, sus propias palabras
Sangue del mio sangue, un film complejo, como llegado de un lejos
irrecuperable al que quizá remite el paisaje, donde las cosas están como antes
de ser miradas. La aridez de las rocas, la voluptuosidad de la vegetación, el
agua como abismo, plasman una atmósfera salvaje e inocente a la vez, lejos de
los miedos y represiones acuñados tras las puertas del convento por la
hipocresía y lo absurdo del poder. Bellocchio devuelve al hombre y a la
naturaleza sus enigmas.
Un film inaprensible, de un magnetismo increíble,
quizá por esa clausura de lo explícito, por ese misterio que se va dilatando y
nos excluye, y nos obliga a respetarlo. Aunque no resistamos la tentación de unos susurros para homenajear a Bellocchio, una rara avis en medio de la menesterosidad de
las carteleras que abundan en burdas producciones que ameritan la mediocridad
de salas llenas propicias al entretenimiento vacuo de un mundo reificado, refugio de la especie,
mundo ancla de la nivelacion. Sin embargo y a pesar de eso, algunas salas aún hospedan a los directores que el Mercado exilia.
Un intervalo en el ruido del mundo
El final de Sangue pasó a mi colección de escenas de antología.
Bellocchio en todos sus films ha dejado claro sin decirlo su fe en el poder de
la Belleza pero nunca con una imagen tan sutil y contundente de lo sublime que
llega al espíritu a través de su imposibilidad, de su inadecuación, eso
inefable que nos lleva al éxtasis , la figura del ánima que conmociona y se
aleja dejando exangüe a su contemplador. Refulge donde el lenguaje no alcanza, imagen
absurda, inverosímil y a la vez incontestable
Desasida de tiempo, aire de deseo
Esa emoción necesitamos
Para que el drama descienda ante la belleza
desnuda
Y se reserve la profundidad del agua
Un film que hay que ver sin apuro, dejar que
actúe, sin prisa por interpretar. Celebrar el enigma sin pretender que lo que
vemos signifique. La pretensión del significado es la oscuridad más profunda. Es
un film para rever y deleitarse con su escritura, percibir cómo Bellocchio ahonda en la anarquía, ese territorio incierto de la libertad.
Quizá,
el ver realmente se dé en el desapego de la última mirada, el rostro ya vuelto
a las cenizas . Un encuentro con lo Real,
una incandescencia, mientras los
escombros de ese muro, los escombros de
la realidad, van cayendo.
Vislumbramos solo la distancia de lo que ignoramos. Nada más soplar nubes balbuceando
2016