Está cercano el tiempo en
que solo nos requerirá lo inexplicable
Una “modernidad cansada” que casi sin darse cuenta fue reconfigurada y redefinida, emergiendo en un nuevo relato global, que no solo se le propone sino que se le impone. El ser humano fue releído y re interpretado a sus espaldas y aparece mediado y sostenido por cualquier símbolo o representación ingenua de la vida que se le cruce
Polvo prendado de
fantasmas. Tal es el hombre
El
estado decreta nuestra exclusión si no repetimos las voces adecuadas, si no
aceptamos la reproducción de la realidad que nos fue impuesta. Nuestra
contemporaneidad, reino de la cantidad y de la evangelización consumista, de
las emociones dormidas y las palabras cansadas, reino de la entropía, se acomoda
en la sociedad, se hamaca en la indiferencia y esto lleva al hombre a no
rebelarse, a no pensar, solo a negociar para seguir perteneciendo
Allí
donde se produce el hundimiento de la realidad, acontece la máxima comprensión del
hecho del mundo.
El
mundo se convirtió en un “globo” habitado por seres homogéneamente reificados y
hasta la palabra libertad no es más que el estuche de la necesidad. Aunque nos
quedemos entre los espacios mínimos del engranaje infinito del mundo, nos deslizamos en
la positividad del sistema y seguimos en él, adaptados a sus derivas resguardados en lo conveniente
Parte
de la sociedad hoy actúa como un coro griego bastardo, observando la escena
como si no fuera parte mientras la cantidad pontifica desde el vértice de la
pirámide derramándose a la base, alienando la calidad e instalando la
pertenencia. Buscamos la solidez en lo fantasmático, nuestra biografía es una
base de datos, los códigos nos habitan y son la clave de entrada al desierto de
sentido
Para
“encajar” hay que extrañarse de mundo. La singularidad brilla siempre en la
inconveniencia: vivir altera, no es la paz que nos venden.
La vida es el modo en que
cada uno vive la inadecuación de sí.
La
planetarización también comercia con las formas del alma que no logra
sincronizar con el mundo. Solo sincroniza en ausencia. En esta civilización no
son todos iguales, son igualados, almas disfrazadas de estar en el mundo. El
shopping es la meca de lo Mismo. Las familias circulan sin saberse salvo en el
milagroso improptu de la marca que los re-une fugazmente, mientras se abren
paso entre los reptantes de vidrieras, los adoradores de prototipos de
magazine, los místicos de las trendies. Almas que arden con make-up, tribus de
afinidades electivas del merchandising glo-boba-lizado. La sociedad
contemporánea es todo puntada, nada de hilo, sinónimo de autoestima
prefabricada, emblema del hoy. El reloj cool de avant-garde que no puede faltar hoy es el del tiempo de
ceniza que dibuja todas las horas y no marca ninguna, el “eterno” presente. Este
presente de hoy, absoluto y efímero, ha generado la reunión de todos los ritmos
del mundo con un mismo leitmotiv. Este tiempo exige que el pensar se mire a sí
mismo y sea capaz de percibir no al ser más allá del tiempo o fuera de todo
tiempo sino a su estar- pasando hic et nunc. Si antes pensábamos la eternidad de
la permanencia, hoy nos enfocamos en su inestabilidad. La temporalidad
auténtica es el instante, un latido, un tiempo que renace cada vez
la
llamarada reiniciada de un segundo
2016