Esa palabra habita un silencio íntimo tan ajeno al yo como incompatible con las voces que pueblan el mundo, un secreto encarnado e indescifrable, una sonoridad de espíritu, un verbo que se entreteje en el tiempo y nunca termina de conjugarse ya que cada palabra es también las demás y ninguna es la otra. Nunca se alcanza, nos alcanza
Cada retazo de tiempo dibuja un mapa de palabras que nos dicen, una especie de quantum semántico, una constelación epocal de nuestro transcurrir que pautan los principales cambios del individuo y su entorno
Angustia Pérdida Muerte de Dios Errancia Fisura Vacío Nada Sentido Sin-sentido Oscuridad Escombro Melancolía Fuga Bordes Desierto Ausencia Silencio Soledad… una gramática de la carencia que nuestro tiempo triste y banal parece haber querido suplir con la cantidad, con los muchos
Lo grupal hoy cobra una inmensa relevancia frente al desmedro del individuo, casi estigmatizado, asociado ligera e impunemente al egoísmo y a la falta de compromiso.
El grupo se sostiene entre todos, sin voces que desafinen y si lo hacen – se ve claramente en las redes sociales – son reabsorbidas y sumadas, y a pesar de las amenazas de deserción de algunos de los disidentes y de las efímeras ausencias, al poco tiempo vuelven por su pertenencia, por su prótesis intelectual y sus afectos espectrales. La sociedad unísona se expresa hasta la saciedad, se asocia y se clona incansablemente creciendo como grupo al mismo tiempo que delega y negocia su silencio
El grupo nos con-forma y apaga ese silencio necesario para cumplir nuestro destino individual y aportar la diferencia desde la periferia
Resistir la tentación de redondearse, de convertirse en perla de un collar. Integrarse en cambio, a cada guijarro del camino
El individuo es anterior a las urdimbres gregarias contemporáneas, por lo tanto cada uno más cada otro la fueron constituyendo, pero el eterno intempestivo no se diluye en lo colectivo. Forma parte de los exiliados del grupo que prefieren dejar la identidad fosilizada en busca de la identidad peregrina, emprender un camino sinuoso en su misma indigencia que nace de la avidez secreta, de la sed adentro.
En el grupo se dibujan caminos, proyecciones de la voluntad, extensiones del yo que trazados desde la inteligencia nacen de la mente ignorando el deseo. La coincidencia grupal puede disolver algo muy valioso, ya que aplaca la inquietud, condición de posibilidad de la experiencia que es la que impide no solo la coincidencia con los demás sino con uno mismo y sobre todo impide neutralizar la potencia del pensamiento.
La experiencia pide un estar en tránsito, un sentimiento de no-lugar y un deseo de partir. Un diferenciarse de sí, un extrañar los ojos, un no poder decirse, un ir siendo contingente. El individuo y el grupo son trama, red tensada por lo razonado, textura que asfixia el acontecer del instante y del ser que acontece en él
La libertad en presencia de ella misma es la alteridad constitutiva e irreductible que nos pone en presencia los unos ante los otros. Solo la existencia como experiencia de libertad ofrece al hombre ese abrigo
Pensar lo que existe no es lo mismo que indagar todos los espacios posibles, los extensos, los inextensos, los que in-existen, los intensos, los ausentes. Es pasar a través de las cosas desprevenidos de nosotros mismos, ser fisuras en la homogeneidad, hacer estallar la vida, oponiéndose a la razón que aplana los abismos, encoge la distancia e iguala las diferencias
2016