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741 - La intrascendencia del instante

Hay un sentimiento de inquietud que flota en el presente abierto y vacilante que vivimos e impide la coincidencia con uno mismo

 

Es la aceptación de la imposibilidad de alcanzar lo definitivo, la condición de posibilidad de la experiencia de la vida arrojada, siempre en tránsito, en medio de un saber a medias y un completo no-saber, un sentimiento de no-lugar, un ansia de partir, de diferenciarse, un partir de sí que no es la fuga, sino el experimentar la  extrañeza de lo absolutamente otro, el afuera del límite


 

Hoy que hemos empapelado el universo con varias vueltas de escritura y que pensar ya no es lo pensado sino algo así como caminar sobre las aguas en una bendita ignorancia, escribir lo que pensamos semeja atravesar las arenas movedizas de lo obstinadamente velado en medio de la mistificación de lo real temiendo a cada paso hundirnos en la apariencia de las palabras que no reflejan la verdad sino que solo son testigos de confines en perpetuo movimiento 

 

Quizá lo más cercano a una verdad actual se encuentre en la propia desesperación

No obstante se siente la imperiosa necesidad de continuar, de desafiar esos confines, de burlar la exclusión y esperar tercamente la aparición de una realidad que ya no soporte encorsetarse dentro de los parámetros de la razón clásica, una realidad plural, inconciliable, incluso inacabada, que escape a toda normalización, que permita vislumbrar una totalidad pero nunca alcanzarla

 

Este resto inefable que evita un cierre tranquilizador puede ser enunciado desde un lenguaje de la precariedad y al abrir-se da lugar a las distintas percepciones de las distintas miradas y auto representaciones, y, también, a las mistificaciones - reinterpretaciones de la realidad aparentemente verosímiles que imponen hipótesis sin referencias claras que eclipsan lo evidente y supeditan la interpretación a suposiciones impuestas por unos pocos tendientes al dominio de los muchos. De ahí que el relato de la Historia tenga un poder simbólico que acomoda la mente de las personas y es por este motivo que tiende a ser rescrita continuamente según convenga al grupo social, político o religioso de turno en el poder. Se enmascaran los hechos, las experiencias, los sentimientos y las intenciones para disfrazar la forma en que son percibidos

 

Circulamos confusamente entre pseudo acontecimientos con una mirada perversa que los vive reales, verdaderos, y en los que nos habituamos a vivir con una falsa conciencia acondicionada que además los disfruta. Ese disfrute es la moneda de cambio que obtenemos por nuestro autoengaño, la realidad como goce, el goce como condición de verdad, mientras se produce así la desrealización de la experiencia individual y su resignificación comercial

 

Nacimos a la Modernidad cuando la tecnología, de herramienta de producción de objetos técnicos pasó a ser productora de individuos, de identidades, hasta llegar en la post Modernidad al total control de la experiencia individual que se suplanta por la configuración de esa misma experiencia que había garantizado nuestra irreductibilidad como individuos - que ya no los hay, solo seres encadenados a sus prácticas tecnológicas y mediáticas

 

El mundo así mediado por la tecnología se transforma en un potente motor normalizador y unificador de identidades y experiencias subordinadas a la coherencia de un mismo código instituido. Se pasa así del mundo como espejo de la sociedad a la sociedad que se espeja en el mundo, y la tecnología es ese mundo e implica una radical transformación del suelo sobre el que transita el individuo como sujeto social con una identidad ficcional en una comunidad fabricada de yoes artificiales con plena dedicación a su propia egodisea, hedonistas dependientes de su deseo como fuente de identidad, narcisistas subordinados al disfrute de lo espectacular en desmedro del otro como sujeto, entregados a la hipervisibilidad y cuya experiencia emana del goce de la mirada ajena. Un yo espectador del mundo y espectador de sí mismo como otro

 

Hay una palabra clave que circula en casi todos los discursos, implícita, callada, pero que define de manera radical todo el espectro de nuestra época: Mistificación

Es la base de todo el lenguaje de poder que circula en el planeta. Su campo semántico iría desde  la mentira institucionalizada, pasando por el autoengaño , la persuasión subliminal, el disimulo, la seducción, la fascinación hasta la justificación de lo que de otro modo sería evidente, el oscurecimiento de lo obvio. Es el discurso idealizador de la cultura, el que “licurgiza” el espíritu generando coherencia entre los discursos identitarios previamente normalizados - subordinando la experiencia individual a esa misma coherencia -  el que nos almacena con una cultura trivializada y ramplona que nos acerca en el consumo y en la elección fácil. No hay más que mirar alrededor para “ver” y “saber”, y para elegir sin elegir

 

La mistificación como una forma extrema de autoengaño aceita el engranaje de  la política, la economía, la religión, el arte, la vida social, el consumo. Está íntimamente cosida a la gramática del gesto del poder. Es incuestionable porque es invisible y se respira con toda naturalidad sin advertirse. Es la principal configuradora de la desvalorización de la realidad enmascarándola según sofisticadas estrategias de simulación que han provocado esta crisis de hipertrofia de la realidad que hoy atravesamos y que impacta en toda la sociedad

 

Somos presa fácil de la mistificación, carne frágil para la desnudez del mundo y el frío de la finitud. Llegados a este tramo de los tiempos se nos hace tremendamente inaccesible ver las cosas en su inmediatez. La realidad no puede propagarse libre de las máscaras que la hacen no solo soportable sino hasta mágica en lo más pedestre. Nos proporciona una especie de soporte de sentido que nos hace sentir colaboradores del hacerse del mundo pero del hacerse de ese mundo creado y manipulado por quienes detentan el poder de persuadirnos y distraernos del desierto de lo real mediante las ilusiones y los abalorios que disimulan las cadenas que nos mantienen adheridos al engranaje de la imitación de la vida

¿ Disponemos de algún horizonte confiable que nos permita deslindar limpiamente la oscuridad de la luz, la verdad de la mistificación, el hastío de la lucidez?

 

El único medio de renovación consiste en abrir los ojos y contemplar el desorden. No se trata de un desorden que quepa comprender. He propuesto que lo dejemos entrar porque es la verdad

 

A todo ser humano le llega ese momento de tener que estar a la altura de su propia potencia, de su decir "yo puedo" sin capitular frente a lo indisponible del sentido. Dejar una marca, quizá abandonando la seguridad del anclaje, ex-ponerse, ex-portarse fuera de sí

 

Vivimos una sociedad alentada y extraviada en el consumo, plena de una felicidad vacía en un mundo de falsas representaciones y de profundas desigualdades

 

Lo singular viviente es aplastado. Su experiencia es anulada para que este sujeto sujetado, según convenga, encuentre su camino a través de la destrucción de la experiencia, del repliegue de la singularidad, de la inclusión de la individualidad histórica dentro de la colectividad productiva, económica, política y estatal. Así la modernidad se convirtió en el dominio de la totalidad sobre el tiempo vivido - sobre la experiencia - y cuando la reducción histórica del devenir se instala en sus  mismas entrañas, desgarrándolas, se produce la colonización y homogeneización de la singularidad

 

En esta época, si bien conocemos los problemas del mundo, la mayor preocupación consiste en la difusión de una cultura que niega la solidaridad, un atentado contra la humanidad, pura demagogia del individuo

 

Cada cultura es ante todo una determinada experiencia del tiempo y no es posible una nueva cultura sin una modificación de esa experiencia

 

Por lo tanto la tarea original de una auténtica revolución ya no es simplemente cambiar el mundo sino también y sobre todo cambiar el tiempo

El desfallecimiento de la experiencia es algo que se remonta al atemporal proceso tecnificado de la producción de bienes materiales y no solo, es la misma experiencia la que está en peligr

 

Para efectuar la destrucción de la experiencia no se necesita en absoluto de una catástrofe; para ello basta perfectamente con la pacífica existencia cotidiana en una gran ciudad. La jornada del hombre contemporáneo ya casi no contiene nada que todavía pueda traducirse en experiencia… El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de acontecimientos- divertidos, insólitos o comunes, atroces o placenteros – sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia

 

Al hombre contemporáneo se le ha arrebatado la experiencia, la posibilidad de tener y transmitir, que representaba uno de los pocos datos certeros que tenía de sí mismo. Antes, la experiencia remitía a lo cotidiano, no a lo extraordinario, y cada mínimo acontecer en el diario vivir era revalidado mediante el relato, no como en el pensamiento moderno, con el conocimiento, que se basa en la aceptación no explícita del sujeto del lenguaje como fundador de la experiencia y del conocimiento. Así se pasa por alto la relevancia real de la experiencia (pura y muda) y se la expropia porque es un habla, un discurso del sujeto. Esta circunstancia favorece el otorgamiento de una experiencia prefabricada, manipulada y guiada, una gran mentira, y es en este caso donde el rechazo a esa experiencia aparece como legítima defensa

 

Las palabras adquieren esplendor autónomo sin supeditarse en el sentido las unas de las otras. Se comunican por sus horizontes como el tiempo, hondonadas de extrañeza 

 

Lo que engaña es la fijeza del lenguaje, la identidad es un fantasma que el caos coagula como lenguaje. Se actúa dentro de la “normalidad” que dicta y etiqueta lo que conviene pensar extirpando las aristas filosas de la lengua. Su consecuencia es la banalidad, una atmósfera invisible que subliminalmente coapta el imaginario colectivo. La irrealidad comienza con el Todo; lo imaginario no es una extraña región situada más allá del mundo, es el mundo mismo pero mundo como una integridad, como un Todo. Es por ello que no está en el mundo, es el mundo mismo, su principal vehículo

 

La publicidad, íntimamente asociada con el imaginario, es un extraño lenguaje que no quiere decir lo que quiere decir, no crea nuevas formas expresivas, nuevos códigos perceptivos o nuevas articulaciones de sentido sino un medio ambiente de naturalidad que va  a determinar el clima del destinatario, una normalización imaginaria, una imaginación normalizante, una normalidad prefabricada en paquetes de información que es todo su sentido. No es informativa ni deformativa, es performativa, ha convertido las cosas y las gentes en lenguaje

 

Y hoy el gran problema es esa naturalidad con que aceptamos las imposiciones del lenguaje y todo lo que conlleva. Lo banal se banaliza, se relata. La entropía sufre más entropía, y así erramos en los escombros sin advertirlo, enganchados en un mecanismo cuyos engranajes están cada vez más aceitados, más livianos y sutiles, más invisibles y difíciles de detectar, como un virus que se propaga a través nuestro, inadvertido

 

Todo sentido es producto de una perspectiva interpretadora y toda jerarquía de interpretación es producto de una perspectiva evaluadora, la intrascendencia del instante

 

Abril 1 de 2025